Prólogo

Varios factores hicieron zarpar al general José Fernández de Santillán de Portobelo el 28 de mayo de 1708 con rumbo a Cartagena; que aun conociendo las intenciones de los corsarios ingleses, se acercaba el tiempo de los huracanes en el Caribe y debía precipitar su salida hacia la misma y después hacia La Habana para regresar a España. Su misión, transportar el oro de las indias para financiar a la corona. Su dotación, una impresionante flota compuesta por los últimos galeones de la armada, entre ellos el San José y el San Joaquín del almirante Miguel Agustín de Villanueva.


El 8 de junio avistaron las islas de San Bernardo. Pero la escuadra del comodoro inglés Charles Wager les estaban esperando en una planificada emboscada; y a las tres de la tarde comenzó una suave brisa que colocó a cada buque en sus puestos de combate. El navío Expeditión fue directo en busca del San José, abriéndose paso a cañonazos hasta encontrarse a unos trescientos metros de distancia cuando le lanzó la primera andanada. Con intenciones claras de asaltar el inglés disparó al velamen y al timón mientras se acercaba; cuando el español equivocadamente, ordenó virar para zafarse del castigo pero no lo consiguió. Los dos navíos se acercan hasta unos metros y el barco pirata se prepara para el abordaje; cuando a las siete y media de la tarde, y ya de noche, el San José estalla en mil pedazos, perdiéndose con él uno de los más impresionantes botines no descubiertos hasta la fecha; y del que sólo consiguió salvarse: ...medio doblón.


Miguel A. Crespo.